Yo hago lo que me da la gana: Métodos de Crianza
Cuantos de nosotros de alguna manera u otra hemos dicho o pensado “yo hago lo que me da la gana”. Es una frase bastante común en el argot boricua. Otras frases como “hago lo que yo quiero” representa un sentido de poca receptividad para seguir instrucciones, reglas o dirección. Es muy probable que como adultos, queramos hacer lo que queramos sin restricciones, aunque las consecuencias podrían ser letales. Sin embargo como padres y cuidadores nos resulta conflictivo cuando intentamos educar y criar a nuestros hijos y ellos deseen hacer “lo que les da la gana”.
En estos últimos años hemos experimentado una ola conocida como el fenómeno Bad Bunny. Su segundo álbum musical lleva como titulo “YHLQMDLG“ cuyas siglas significan “Yo hago lo que me da la gana”. Lo interesante de esto es que la portada de la producción es un niño que aparenta ser menor de edad (y en efecto la intención era esa) corriendo bicicleta. Adentrándonos un poco más en los videos de algunas de sus canciones podemos observar unos niños entrando en una tienda y destruyendo y/o vandalizándola. Esto me lleva a reflexionar respecto a la influencia que están recibiendo nuestros hijos, nuestra sociedad y el apoyo que le dan los padres a estas conductas. Mi preocupación estriba en aquellos que lo siguen, adultos, niños y/o jóvenes.
Debemos reflexionar sobre nuestros métodos de crianza. Debemos enfocarnos en estudios validados por la ciencia y la conducta humana que no pasan a la historia, sino que permanecen siendo los fundamentos de una crianza adecuada. La meta es producir una generación con posibilidades de ser mujeres y hombres íntegros espiritual, emocional y físicamente.
En los años que llevo como Psiquíatra de Niños y Adolescentes puedo destacar que el componente esencial para la crianza lo es la presencia balanceada de la figura de mamá y de papá o cuidadores. Reconozco que el problema social que vivimos es complejo, pero la esencia resumida del mismo se encuentra en el ausentismo de figuras paternales balanceadas y en métodos de crianza desbalanceados. Observamos una generación que toma a la ligera las relaciones sexuales, no se protege, no se considera la abstinencia, embarazos a destiempo, jóvenes envueltos en las drogas, vicios, deserción escolar pobre autoestima, dificultadas en las relaciones interpersonales, entre otros. No podemos descartar que la raíz de muchas de estas situaciones, comienza cuando permitimos que nuestros hijos hagan lo que les da la gana.
Existen métodos de crianza que tienen implicaciones en el desarrollo de las emociones del individuo, así como en su desarrollo neurobiológico. Entre los parámetros de formación, según Eric Ericsson, se encuentra la confianza, la autonomía, iniciativa, seguridad, capacidad de socializar, identidad, intimidad, entre otros. Nuestra sanidad emocional y salud mental, dependerán de las experiencias vividas en edades tempranas. Podemos decir que un niño traumatizado es un adulto fragmentado.
Cuando buscamos una crianza correcta y no dejamos que nuestros hijos hagan lo que les da la gana trae protección al desarrollo de ellos. Es necesario establecer un conjunto de reglas, límites y dirección balanceada que serán incómodas en la implantación inicial pero tendrán resultados protectivos en el futuro.
En definitiva queremos tener hijos exitosos, sensibles, determinados que sepan diferir con respeto por las ideas de otros, pero firmes en sus posturas y valores. Anhelamos desarrollar hijos, que no sean violentos en sus conductas, que no ofendan con palabras con connotaciones agresivas y soeces a nuestra cultura. Sabemos que no podemos dejar que los hijos hagan lo que les da la gana, pero porque entonces glorificamos aquello que promueve eso, parece contradictorio, pero en realidad todo tiene que ver con la crianza, los límites que pusimos, y los hábitos que enseñamos.
No podemos ser incongruentes en nuestras formas de pensar pues nuestros hijos crecerán en ambivalencia y en mediocridad. Muchas veces como padres pensamos que el ser educado y profesional es sinónimo de valores y principios congruentes, pero no siempre es así. Sabemos que tanto educados como no educados, profesionales y no profesionales, personas con recursos económicos y aquellos que no, tambalean en el escenario de la crianza. No somos perfectos, pero todos podemos aprender. Lo primero que necesitamos hacer es romper con la mentalidad que haciendo lo que nos da la gana nos llevará al puerto protectivo.
Es importante internalizar, que no lo sabemos todo, y necesitamos desaprender para aprender. Nuestros hijos aprenden por el modelaje y nuestro ejemplo, ellos reflejarán esto en sus interacciones cotidianas. En ocasiones hay padres opinionados, con estilos un poco arrogantes, que no saludan cuando llegan a los lugares , y son críticos frente a los hijos. Les ánimo a destacar lo bonito, lo especial de las personas, y si no tenemos nada que decir mejor no aportar. Todos tenemos tesoros escondidos, sólo que a veces es difícil que otros lo puedan ver con facilidad. Se requiere de tiempo, compasión y empatía.
Vivimos a la ligera, padres presentes pero ausentes con relaciones superficiales “Fake book”. Conectados a nuestros dispositivos y olvidamos vivir el día a día para disfrutarlo a plenitud. Salimos a comer, de vacaciones, a la iglesia, en el trabajo y sentimos la necesidad de conectarnos continuamente. Nuestros hijos necesitan ver el modelo a seguir, y nosotros debemos conectar con ellos, pero sin distracciones. No podemos hacer lo que nos da la gana, pues tendrá repercusiones en las personas que amamos. Son en esos espacios de verlos jugar, comer, hablar, reír, llorar, pelar y gritar donde podemos corregirlos con amor, sin gritos ni violencia. Son niños que están aprendiendo y necesitan de nosotros, de nuestra atención. Sin descartar que en momentos necesitamos tomar un respiro para recargar, dejar que nos pase el coraje para luego intervenir.
Muchas veces estamos anticipando, pensando en lo que no tenemos, pero que deseamos. El “tener” se convierte en nuestra competencia de vida. Por otro lado el “hacer” y “hacer” se convierte en una ansiedad que opaca los momentos de quietud y tranquilidad que todo necesitamos. Los padres tenemos una gran responsabilidad, es criar educar, amar, proteger y defender a nuestros hijos. Si perdemos ese enfoque se nos fue la vida, el legado y el propósito.
Quisiera terminar compartiendo los métodos de crianzas que nos permitirán ver donde estamos y lo que necesitamos cambiar para ser efectivos, pero a la mismas vez balanceados.
En la literatura[1] se describen cuatro estilos parentales básicos de crianza: Estilo parental democrático, permisivo, autoritario e indiferente.
Democráticos:
- Son consientes con las normas y limites que se aplican, recordando que las acciones tienen consecuencias.
- Fomentan la comunicación y escuchar a los hijos, dándoles tiempo para que se expliquen y se sientan escuchados.
- Tiene la capacidad de explicarle a sus hijos porque aquello está mal y asegurarse que lo entienden y que entienden las consecuencias de lo que hacen.
- Pasan tiempo de calidad con los hijos, jugar con ellos e involucrarse en sus actividades.
- Son padres cariñosos, afectivos, no etiquetan a los hijos con palabras (eres malo, eres un desastre) comprenden que lo malo es el comportamiento y no ellos.
- Padres que reconocen los sentimientos de sus hijos, sus momentos de coraje, frustración y tristeza son validados; los de alegría y de éxito son celebrados.
- Celebran lo pequeños avances aunque no sean perfectamente alcanzados por los hijos, pero los animan a ir por más sin exigirles de manera imponente.
- Evitan la comparación entre los hermanos ni con otros niños.
- Les enseñan valores universales siendo ejemplos de no mentir, ser responsables, y pedir disculpas.
- Establecen responsabilidades en el hogar y funciones de acuerdo a la edad del hijo. Todo esto requiere presencia, tiempo y paciencia.
Permisivos:
- Predomina la indulgencia a no aportar normas, límites y firmeza a la crianza de los hijos.
- Padres sensibles, pero poco exigentes, aceptan lo que el hijo dice en cada momento, aceptan los impulsos de sus hijos y cubren todos sus caprichos.
- No enseñan la importancia de la autoridad, los controles y las restricciones.
- No exigen a los niños tener un comportamiento adecuado, no existen rutinas, no hay tiempo límite para ver televisión, ni horas fijas de comer, ni de dormir. Esto crea niños inseguros, frente a padres que no saben poner normas y límites llevándolos a alejarse emocionalmente de ellos.
- Los niños suelen tener comportamientos impulsivos y agresivos por no haber trabajado el autocontrol. No toleran la frustración y pueden tener rabietas continuamente. Carecen de independencia y de responsabilidades personales, suelen ser niños caprichosos e impacientes. Sienten gran inseguridad a causa de la falta de límites
Autoritaria:
- Impone las normas de manera vertical de padres a hijos, sin diálogo ni consenso. Cariño y afecto se reducen disminuyendo la confianza y la autonomía.
- Tienen estilos tipo árbitro, la falla está cuando lo somos en momentos no adecuados.
- Se enfoca con obsesión en las conductas anómalas y recriminan de manera excesiva los malos comportamientos. Los hijos obedecen de manera sumisa y ante las pruebas temen en exceso a equivocarse. En ese sentido, es posible que en el fondo , padres e hijos sólo escondan el miedo al fracaso.
- El punto más negativo y cuestionado del estilo de crianza autoritario se encuentra en el castigo. Con esta práctica se intenta corregir conductas y comportamientos sin ofrecer espacio para el consenso. El resultado será una espiral de silencio y violencia que empeorará las cosas, y no tardará en retornar como un bumerán.
Indiferente:
- Encontramos padres fríos emocionales, distante con los hijos, delegan toda la responsabilidad en otros cuidadores sin involucrarse en su totalidad.
- Existe ausencia de normas y en ocasiones someten a los hijos a severos castigos.
- La comunicación es escasa en este modelo. Se desarrollan hijos con baja autoestima, no acatan límites ni normas, poca empatía con pobre sensibilidad a las emociones de los demás. En resumen son muy vulnerables a los conflictos sociales y personales.
La crianza es una escuela y de los errores se aprende. Se puede llegar a métodos balanceado con consciencia y reflexión que partan de la comprensión, el diálogo y el acuerdo. Si hay normas claras que todos cumplen, existirá menos riesgos de incumplimientos graves. Si los comportamientos y actitudes son observados con afecto, las desviaciones pueden ser enmendadas sin el ejercicio primario e irracional de la violencia. Se debe tomar en cuenta que existirán momentos donde será necesario combinar los modelos, para lo cual habrá que tener cierto “arte” y sacar de ellos lo más beneficioso para nuestros hijos. Y Recuerda que YHLQMDLG no nos llevará al puerto seguro.
[1] Capano, Álvaroy Ubach, Andrea.“Estilos parentales, parentalidad positiva y formación de padres”.Psicol. [online]. 2013, vol.7, n.1 [citado 2017-12-27], pp.83-95. Disponible en: <http://www.scielo.edu.uy/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1688-42212013000100008&lng=es&nrm=iso>. ISSN 1688-4221.
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