Veneno para el puertorriqueño


El cantante “Bad Bunny” vuelve a ser promovido por un gobernante. Darle plataforma y reconocimiento a un “ingeniero social” que busca deliberadamente promover ideas contrarias a la buena vida cívica, democrática y espiritual de nuestro pueblo, es suicido. No comprendo cómo es que “se la ponemos fácil” a aquellos que buscan destruir las instituciones y los buenos valores que le dan coherencia y bienestar a nuestro pueblo.
Gramsci, filósofo marxista italiano, planteó que la cultura es el terreno social de la lucha política: “La lucha cultural precede a cualquier cambio político efectivo”. Y en esto la clase artística e intelectual progresista de occidente lo tiene claro y saben como plantar en la sociedad su narrativa.
¿Qué promueve “Bad Bunny”? Esa es la pregunta que Fortaleza debió hacerse antes de determinar que sortearía boletos entre jóvenes con alto aprovechamiento académico del sistema educativo puertorriqueño. La controversia no es, si le costó o no le costó dinero al gobierno. Lo increíble es que el gobierno crea que el mensaje de “Bad Bunny” es tremenda recompensa para nuestros jóvenes sobresalientes. Mensaje de hedonismo, sexo “libre”, cosificación y violencia a la mujer, uso de drogas y narcotráfico, pero hay más. En palabras de la profesora puertorriqueña de Estudios Globales y Socioculturales, en Florida International University, Sheilla R. Madera: “Los procesos de la colonialidad, esos elementos del imperialismo, de la privatización, el neoliberalismo, eso son cosas que están afectando a tantos y tantos países a nivel mundial”, “…la gente en general y la gente más joven en particular se sienten identificados con lo que él está diciendo”. Y es que para algunos, incluso, el joven es el nuevo portaestandarte de los oprimidos. ¿Lo verá Fortaleza o alguien de su equipo de trabajo?
Pareciera que aquí en Puerto Rico, estos personajes de desestabilización social la tienen muy cómoda. Su producto, es decir, sus ideas, sus valores, sin importar lo venenoso de su contenido, no encuentran resistencia real. Van transformando poco a poco nuestro lenguaje, colonizando nuestras mentes y nuestros corazones; démosle unas cuantas décadas más y tendremos una sociedad totalmente castrada. Castrada para lo racional, para la verdad, para la belleza, para la bondad, para el emprendimiento y el desarrollo, para la familia, para la libertad y para la religión.
Olvídate que no le cueste un peso al gobierno, la pregunta es, ¿Le conviene a la sociedad puertorriqueña promover lo que predica “Bad Bunny”? ¿Este es el mensaje que queremos que abracen nuestros niños y jóvenes? Algunos lo tienen muy claro… ¡No!

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