¡Nada Podrá Detenernos! Conquistando la Montaña del Arte


Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Romanos 8: 37-39
El 16 de noviembre de 2022 un accidente intenta detener mi misión, pero dos semanas antes Dios había enviado un mensajero.
Déjame que te cuente. Hay días que me gusta sentarme en la sala de mi hogar a orar. Y esa mañana de noviembre fue uno de esos días. De pronto abro mis ojos y frente a mi está la figura de un enorme ángel. No me atreví moverme y ni siquiera alcé la vista para ver su rostro. Mis ojos se clavaron en una inmensa espada que llevaba en su cintura. También me llamó la atención el color del ángel. Su piel, armadura y espada eran color bronce; color que significa fuerza y estabilidad. Y comencé a llorar. Pensé que era un ángel que había sido enviado a mi hogar para protegernos en casos de tormentas, terremotos, etc. Así que cuando mi esposo bajó del cuarto, le conté la experiencia y le dije, “no hay nada que temer porque Dios ha enviado un ángel especial para guardarnos”.
Dos semanas más tarde, mientras cruzaba una avenida, de pronto percibo algo detrás de mí, y segundos más tarde me doy cuenta de que es un enorme SUV negro, y en ese mismo instante, aunque traté de escapar del impacto, la van pasó su rueda por mi pie y me golpeó en el muslo izquierdo, como resultado caí al pavimento. Mientras caía, lo cual me pareció una inmensidad de tiempo, solo repetía “Señor, estoy agradecida”. Ya que, a pesar del golpe recibido y el tremendo susto, entendía que en medio de todo Dios me estaba cuidando. De manera fugaz, y como si fuera un flash, pude ver a Jesús en la cruz y no sé si lo oí o lo pensé o me lo imaginé, pero sus palabras fueron, “No temas, porque yo pagué por esto también.”
Al mismo tiempo se para frente a mí, un hombre alto, con un shopping bag color marrón en su mano izquierda. Su mano derecha levantada, como si fuera un policía, para detener el tránsito. Él quería asegurarse que ningún carro me fuera a pasar por encima, pues estaba tirada en el medio de la avenida. Me miró y me dijo, “no te muevas”. Le dijo al chofer del SUV, “no te vayas” y ordenó que se llamara a la policía y a la ambulancia. Estuvo parado frente a mí, cuidándome, hasta que llegó la policía. Como nota curiosa, el hombre de piel bronceada de la misma forma inesperada que llegó de esa misma forma desapareció.
En el hospital, los rayos X confirmaron que los huesos del antebrazo derecho estaban rotos y tres huesos del pie izquierdo. Luego de dos cirugías y dos semanas en el hospital me enviaron a un centro de rehabilitación por un mes. Estuve un año en terapia física; y aunque el pie sanó en mes y medio, el proceso de completa restauración del brazo ha sido lento.
Él ángel que vi en mi hogar estuvo de guardia en el hospital. Y todavía me conmuevo al recordar el día que la enfermera entró en el cuarto y comenzó a hablar y cantar en lenguas. Lloré como nunca, pero de alegría. Y también, uno de mis más gratos recuerdos es la noche que sentí al Espíritu de Dios recorrer mi cuerpo de la cabeza a los pies varias veces y confirmar en mi espíritu que todo estaba bien. No había nada que temer.
En este año y medio de recuperación el Señor ha revelado ideas, conceptos y estrategias, las cuales compartiremos a su debido tiempo. Entiendo que hemos sido muchos los que de una forma u otra hemos enfrentado enfermedades, accidentes o grandes obstáculos y por ello he querido compartir un poco de mi testimonio. Y aunque la mano y el brazo duelen un poco todavía, el hermoso cuidado del Señor me ha confirmado que para este tiempo hemos sido llamados a representar al Supremo Artista, Creador del universo y nada ni nadie ha de detenernos. Él ataque, o la escaramuza como yo le llamo, significa que somos un peligro para el enemigo, ya que poco a poco y paso a paso estamos rescatando las artes para la gloria de Dios. Y estoy segura, aunque no los hayas visto, que hay ángeles guerreros alrededor tuyo. Solo te digo: ¡esfuérzate y sé muy valiente!, porque esta batalla la hemos ganado ya.

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