Mi esposa y mi madre son igualitas

Después de casarme, pensaba que me había liberado de ciertas actitudes de mi madre, pero no fue así. Descubrí que mi esposa y mi madre tenían algo en común, que las dos son Boricuas. Todo aquel que es hijo o se haya casado con una mujer Boricua sabe perfectamente de lo que hablo.

Si ella se despierta primero que yo, es cuando comienza su primera misión del día, despertarme. Mi madre tenía un bachillerato con concentración en golpear la puerta del cuarto con la escoba al barrer el piso. Mi esposa se desplaza por toda la casa haciendo ruidos con el propósito de despertarme sin que al final ella tenga la culpa. “Ave María, tanto estuviste hasta que me despertaste”. “¡Yo, yo no!” Así comienza mi día. Ya despierto y sin ánimo de pelear, me atrevo a preguntar: “¿Qué vamos a desayunar?” A lo que ella responde: “¿Tú trajiste algo? Pienso que lo hace con toda la intención de hacerme sentir el hombre más irresponsable del mundo. Aun sabiendo por donde viene la cosa, me atrevo a preguntar: “Ok, pues ¿qué necesitas?”, a lo que ella responde: “De todo, aquí no hay na’…”.

En ese momento inhalo y exhalo para nivelar mi estado de ánimo. Ya estando calmado, me animo a ir al supermercado para hacer una pequeña compra. Compro todo lo necesario y vuelvo a casa, llevo la compra a la cocina y es cuando me doy cuenta que mi madre se apodera del cuerpo de mi esposa, comienza a abrir las bolsas y lo primero que dice “a to’a boca” es: “Ave María, a la verdad que tú no sabes hacer compra…” ¡Siempre dicen lo mismo! Todas están cortadas con la misma tijera. “Dime que no” ¡Grrrrrrr..! No tengo duda de que todos los hombres Boricuas tenemos una así en nuestra vida.

Si eres Boricua, quiero que sepas que estoy orando por ti, esto es como estar en un campo de batalla desde muy temprana edad. Si eres hijo o esposo de una mujer Boricua, solo hay un propósito, sacar lo mejor de ti. Mucha paciencia mi hermano, mucha paciencia…