Ataques de pánico “La nueva normalidad”


Los ataques de pánico son: “La enfermedad del momento”. Es la nueva condición que millones de seres humanos han desarrollado al experimentar y atravesar la pandemia.
Aunque el virus ha sido controlado. Las secuelas que está provocando es algo mucho más grave de lo que podamos imaginar. Aún en niños de escasos 5 años. Se están presentando cuadros de ansiedad alarmante. Sus miedos no son los miedos que tú y yo algún día tuvimos. El miedo al “coco” o al señor que compraba fierros viejos en nuestros barrios y que nuestras mamás nos amenazaban que podrían vendernos si no nos portábamos bien. El miedo que nuestros hijos experimentan, es un miedo al encierro, a la soledad, a la incertidumbre e incluso a relacionarse. Se acostumbraron tanto a lo virtual que el instinto natural de relacionarse y compartir con otros niños los confunde. Muchos prefieren la realidad virtual que salir a patear una pelota o ensuciarse con la tierra como solíamos hacerlo cuando niños. Su atención y energía se enfoca tras una pantalla de televisión, de teléfono o de alguna tableta inteligente. La idea de salir a explorar el mundo y la naturaleza a su alrededor es casi nula en su imaginación. Para ellos, el mundo se encuentra a un solo click de cualquier dispositivo. Cómo no van a deprimirse cuando al cerrar aquellas ventanas observan que lo acaban de mirar no coincide con su entorno. De allí que muchos de ellos prefieran esa realidad virtual que una cruda y confusa realidad.
En los adultos y sobre todo en jovenes. El encierro aletargado produjo tanto miedo a la soledad y al encierro que muchos de ellos optaron por despedirse de este mundo. Pensando que no había otra salida. El encontrarse con ellos mismos y al no tener distracciones que siguieran adormeciendo su realidad. Se dieron cuenta que sus miedos y sus inseguridades eran mayores que su carácter y su amor propio.
Hoy día millones de ellos están en tratamiento psicológico buscando una respuesta y estabilidad a sus frágiles corazones. Ni hablar del alto consumo de antidepresivos que jamas en la historia se había visto.
Los matrimonios y la familia
Que decir de los matrimonios. El porcentaje de los divorcios se disparó en números alarmantes. Casi de la noche a la mañana se requirieron más abogados que consejeros matrimoniales. Quizás porque el estar juntos tanto tiempo como nunca antes, destapó la caja de pandora que por rutina o por negligencia se había mantenida cerrada. Dejó entrever que no conocíamos del todo a la persona con quien decidimos compartir la vida. Los verdaderos caracteres y los propios intereses comenzaron a emerger día con día convirtiendo a algunos en monstruos irreconocibles. La violencia doméstica se incrementó a tal grado que las llamadas a las agencias de policía no daban abasto. Muchos hombres perdieron la capacidad de liderar en tiempos difíciles y huyeron cobardemente abandonando a sus familias. Por el lado femenino. Algunas mujeres arremetieron contra sus hijos por el estrés continuo de tenerlos en casa todo el tiempo. Fue tanta la presión del encierro que lamentablemente muchos matrimonios no sobrevivieron. Las constantes peleas por escasez del dinero, la escasez en los alimentos y el futuro incierto, puso a prueba el amor de muchos.
La ansiedad no es un demonio
Al comienzo de la pandemia yo mismo experimente una cierta incertidumbre y un poco temor. Salí a la calle por alimentos y me encontré con un escenario totalmente desconocido. Y aunque era una mañana hermosa. Parecía ser gris en mi interior. Las calles y los mercados estaban vacíos. Filas para poder comprar un par de huevos y un poco de leche como acostumbraba los fines de semana. A partir de allí vi la vida diferente. Solo pensaba en mis hijas y en mi amada esposa. Cómo asegurar los alimentos que solíamos poner sobre la mesa. Cómo explicar a mis pequeñas que no podíamos salir a la calle o al parque como era habitual. Solo sabía que pasara lo que pasara esto iba a caducar.
Ser personas de fe no nos absuelve de no experimentar tristeza o temor. O de hacer preguntas cuando no encontramos respuestas. No somos máquinas para no tener sentimientos o fluctuar en ellos.
Me gustaría agregar a este escrito algunas palabras y definiciones que mi buen amigo Ulises Oyarzún escribió en su Libro “Ansiedad”(Dejando atrás el infierno) En primer lugar debemos entender que: La ansiedad no es un demonio. Así como la depresión, son padecimientos que necesitan terapia profesional y acompañamiento pastoral espiritual. La ignorancia cuesta muy cara. Y muchas veces el diablo no tiene la culpa de todo. Por décadas se nos enseñó mal y se nos hizo creer que los antidepresivos o los ansiolíticos sólo eran para la gente “loca”. Sin embargo, son la mejor alternativa para ayudarnos regular esos trastornos. Muchos siguen creyendo que la medicación es un signo de profunda debilidad y falta de fe. Nada más erróneo.
Si estás leyendo este escrito y te identificas con este problema, te animo a que busques ayuda profesional. Que compartas con alguien maduro y de confianza que estás experimentando problemas de ansiedad y depresión. Debes saber que existe ayuda y medicamentos para ayudarte a regular ese problema.
La ansiedad como lo define Ulises: Se caracteriza por pensamientos obsesivos e irracionales que se alojan en la mente sin tener ningún control sobre ellos. La sensación de impotencia es abrumadora y se resumen en una “sobre atención” a los pensamientos y a las sensaciones de tu cuerpo, que te llevan a pensar que algo está muy mal y terminará peor. Miedo a morir, perder el control o volverse loco.
Esa es la enfermedad del momento. Algo de lo cual se habla poco, pero de la cual se padece mucho.
“Depositad en él toda ansiedad, porque él cuida de vosotros.”
1 Pedro 5:7 NVI

Comment