Nuevo objetivo del feminismo: la política


El feminismo busca posicionar una nueva narrativa, esta vez a través de la política.
Este movimiento socio-político que data del siglo XVIII con la publicación de la obra Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana de Olympe de Gouges en 1791 como punto de partida, en su cuarta ola lejos de conquistar derechos y defender a las mujeres, posiciones que dicen abanderar, se han dedicado por el contrario a avalar causas innobles como el aborto y el borrado de las mujeres.
La metodología que han elegido por excelencia es a través de la victimización de la mujer, en todos los campos de la vida, y muy tímidamente han ido moviéndose hacia la dirección de su próximo punto de ataque.
Desde hace al menos dos años en la región, se han estado creando de forma paulatina y silenciosa, plataformas que usan el color violeta, propio del sufragio femenino. Plataformas, perfectamente estructuradas que dan vida a grupúsculos de mujeres, una manipuladas y otras manipuladoras, que procuran hacer activismo en pro a que la mujer no sufra -según lo que esta propuesta insiste- en poder ejercer la política.
Esta propuesta del feminismo insiste en que la mujer no puede ejercer la política plenamente, por la discriminación que el hombre ejerce, en aras de mantener su poder, así como la vigencia y durabilidad de lo que ellas llaman “pactos patriarcales”, que no es otra cosa que hombres que se juntan y acuerdan acciones en contra de una mujer, por una causa en particular, teniendo como base y motor de estas gestas el odio por ser mujer.
El feminismo apela a la “igualdad de género”, y con ayuda de importantes organizaciones como las Naciones Unidas, han llevado adelante la propuesta de establecer en el ámbito político lo que muchos llaman la “cuota de género”, otros de forma más sencilla lo llaman el 50/50. Y no es más que la obligatoriedad de que el 50% de las personas que componen partidos políticos, ministerios, gabinetes, gobiernos y oficinas entre otros, deben ser mujeres, conquistando posiciones de manera forzada y sin el requerimiento mínimo de trabajo, esfuerzo o mérito para conseguir dichas posiciones.
Inclusive, hay plataformas con auspicio de la ONU que tienen como lema “Sin ellas no”, donde las feministas que hacen vida en las mismas velan y vigilan que siempre haya mujeres en cada puesto de la política.
Bajo esta narrativa, según el feminismo, las mujeres no tenemos más participación en la política debido a la acción del hombre y su uso abusivo del poder. Un absurdo que no tiene fundamento en lo absoluto.
Si hablamos de la región, de punta a punta en el continente, las mujeres tienen una gran y exitosa participación en la política. Hoy por hoy tenemos desde presidentas, vicepresidentas, gobernadoras, alcaldesas, senadoras, congresistas y otra lista no menos larga de aspirantes a estos puestos. El perfil se ha elevado y ya no son solo ciudadanas que incursionan en la política por preocupación, se trata de mujeres que se han dedicado a preparase académicamente, balanceando así el cuidado en la familia y el hogar, entre sus demás actividades.
El motivo principal por el cual las mujeres no tienen más participación en la política es porque se tienen que dedicar a la economía y sostén del hogar, lo que deja ver otros problemas y carencias de orden social. Existen casos puntuales de acoso sexual y obstaculización al ejercicio de la política, sería perverso y mal sano ocultarlo, sin embargo, esto está muy lejos de ser la norma, como el feminismo pretende hacerlo ver.
En Latinoamérica se ha da un fenómeno muy curioso. La mujer es quien influye en la orientación política familiar, a esto se le conoce como matriarcado electoral, mientras que es el hombre quien define la intención de voto familiar. Otro ejemplo del perfecto engranaje que constituye el matrimonio y lo que el progresismo llama de forma despectiva la “familia tradicional”.
Y aunque en occidente las mujeres tenemos permitido no solo el voto sino el ejercicio en la política, por el arduo trabajo de Susan B. Anthony, en oriente medio ocurre un fenómeno igual de peculiar al que se da en occidente. En Irán, por ejemplo, a pesar del trato tan despiadado que reciben las mujeres y su nula valía ante la sociedad, son las mujeres quienes más votan, quienes definen a los ganadores de una contienda electoral, y quienes más promueven el voto. Sin embargo, allí la actuación de la mujer en la política es prácticamente inexistente.
Un factor muy importante en esta conversación, son los medios de comunicación, puesto que son los magnificadores de esta narrativa que está lejos de ser cierta.
En las pasadas elecciones de Colombia, los medios más prestigiosos, tuvieron una pobre e irresponsable elección de las personas que estuvieron frente a cámara. Eran periodistas y especialistas en la materia electoral profundamente ideologizados. No perdían oportunidad para promover sus posturas, inclusive mezclando varios objetivos entre sí. Insistían en la supuesta discriminación de las mujeres, y que éstas debían elegir bien para que no se les quitaran sus “derechos reproductivos”, es decir, poder abortar.
Así lo denunciamos en CTV Barranquilla:
Y esta es solo una de las distintas narrativas que el feminismo ha venido trabajando y está intentando implementar.
De Europa viene pisando fuerte una propuesta en contra de las mujeres casadas y con hijos.
Los medios se empiezan a hacer eco de una nueva queja de las mujeres milenial, es que insisten en que las mujeres casadas, con hijos o nietos que están activas en el mundo corporativo, terminan siendo un problema según ellas, porque esto representa para las mujeres solteras el sobrecargo de trabajo y responsabilidades en la oficina. Nueva vez toman una situación muy puntual para ejercer el victimismo y dar paso a más argumentos para atacar a la mujer conservadora y la institución de la familia.
La carrera de las mujeres en la política es bastante nueva, apenas alcanza los 200 años, sin embargo, hemos sabido ponernos al nivel de las circunstancias y hemos conquistado el poder de la forma correcta y tan bien lo hemos hecho, que, estadísticamente hablando, hemos estado en los primeros puestos del ranking mundial desempeñando el mejor papel en momentos de crisis.
Por ello es importante el análisis desde los datos y no desde la emocionalidad de las noticias.
Nueva vez los datos comprueban que el feminismo miente, y lo hace justo en el momento de mayor expansión de presencia femenina en la política mundial.

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